jueves

Día 25: Jueves 30 de mayo 2002 Bahía de los Ángeles.

Hora: 6:26 pm. Temperatura: 101º F. Humedad: 10 Presión Barométrica: 29.7

Enlatados dentro del Cometa. Calor terrible. No puedo poner a funcionar el aire acondicionado. Nos cayó un viento muy fuerte que viene de más allá de las montañas. Entra a través del túnel que queda en medio de las Sierras Del Toro y La Libertad. Violento. Furioso. Con ráfagas muy fuertes que sacuden al Cometa. Nos bamboleamos con cada golpe del viento en sus costados. Estamos estacionados en los llanos que forman parte de los patios de la escuela secundaria, donde estuvimos trabajando esta mañana con los alumnos. Hace unas horas todo era calma. Parece un basto desierto, donde las dunas de arena se mueven con la violencia del aire, parecen reptar poco a poco siguiendo la dirección del viento, acarreando consigo, toneladas de arena y finísimo polvo del rumbo del oeste. Todo el poblado se ve envuelto en este manto de polvo y arena. Haciendo frente a las ráfagas de arena, desciendo del Cometa y recojo como puedo lo más rápido posible, parte del equipo que aún quedaba afuera y que durante la mañana habíamos utilizado con los alumnos para trabajar sobre la cancha de baloncesto. Acarreo el material que teníamos dentro del salón de clases. El viento casi me arrebata las láminas con las fotografías. Entro y salgo del salón de clases que queda casi frente al Cometa, es un tramo muy corto, como de 20 metros, pero lo suficientemente lejos como para que la tormenta me sacuda. Tengo que caminar casi encorvado de frente a las ráfagas de aire y arena. Meto todo aventándolo hacia el interior del Cometa. Mari en el interior se encarga de arrimar las cosas más adentro. Todo lo más rápido posible, ya que cada vez que se abre la puerta del Cometa, una ondanada de tierra penetra a su interior. Termino de meter todo y me despido del director de la escuela informándole que vamos a suspender la sesión de noche astronómica programada para esta noche.

___Lo mismo le iba a sugerir en unos momentos___ me dijo el profesor.

___Esto no sabemos hasta cuando pare______Suele suceder de cuando en cuando___ Me decía, como queriendo justificar el que también él se retiraba de ese lugar.

___No creo que venga ningún alumno con esta tormenta___ Y continuó con otros comentarios.

___ ¡No sabe cuanto lo siento! ___ Le dije ___Los alumnos estaban realmente entusiasmados___

___Pues sí___ Dijo. ___Pero así son estas cosas___ Termino diciéndome, al tiempo que cerraba la puerta de la dirección de la escuela.

Corrimos ambos hacia nuestros vehículos respectivamente, mientras nos decíamos adiós agitando las manos.

Nos encerramos como dentro de una lata de sardinas. Checo que todas las ventanas y hendiduras estén completamente selladas. La arena golpea los costados produciendo un sonido como cuando la lluvia se estrella en los cristales de las ventanas. Nos bañamos para quitarnos los kilos de polvo que traemos encima. Nos cambiamos ropa limpia. El calor adentro es incómodo, sudamos mucho, pero al menos estamos menos incómodo que allá afuera. Zumba lúgubre y violento. No ha disminuido para nada, sino por el contrario arrecia cada vez más. Se está metiendo por las pequeñas hendiduras y por debajo de la puerta principal. Estamos inmersos ya en el centro del torbellino de arena. Debo hacer algo de inmediato.

___¡ Me voy a mover de aquí ¡___

Le grito a Mari que está en la parte posterior, tratando de refrescarse con un abanico, ya que no podemos prender ni los ventiladores, porque lo único que hacen es esparcir más el polvo finísimo que flota en el interior del Cometa.

___¡ Está bien ¡___ ¡Has lo que creas conveniente, pero ya ¡ ___ Me contesta desesperada.

Echo a andar el Cometa y bajo aquella cortina de polvo y arena, me abro paso bamboleándonos por la fuerza del viento. Me dirijo al centro del poblado, el cual parece un pueblo fantasma como de película del oeste, ni un alma en los alrededores, bolas de chamizos secos del desierto, ruedan dando tumbos con dirección a la playa. No encuentro refugio alguno que nos ataje un poco la embestida del viento. Me encamino ahora hacia el parque, donde vi el día de ayer que hay algunos árboles de casuarinas, espero que arrimándome a ellos me puedan proteger un poco. Me estaciono con la trompa del Cometa dándole frente al viento. Encuentro un pequeño estanquillo junto a unas casuarinas. Acerco la trompa del Cometa, casi hasta pegar la defensa contra la pared de ladrillos del estanquillo donde alguna vez fue puesto de venta de sodas y golosinas aquí en el frente del parque municipal. Nos ha servido de mucha protección. Ahora ha disminuido el golpe del viento y el Cometa está más estable, así como la cantidad de arena y polvo también han disminuido considerablemente. Este puestecito ha sido nuestra muralla de protección, no hay mucho de donde escoger. Las casuarinas agregan su ulular lastimero que conforme avanza la tarde y la noche se acerca, se escucha lúgubre, mientras que la sonoridad del viento se empieza a perder debajo de la espesura y la oscuridad.

Kiosco parque Bahía de Los Ángeles Kiosko,parque, Bahía de los Ángeles

Hora: 9:00 pm. Temperatura: 96º F.

Nos seguimos bamboleando al ritmo desenfrenado de la tormenta de arena. No hemos asomado la cara afuera desde que nos estacionamos acá. No parece tener para cuando amainar.

Cenamos…. Cubiertos de un lienzo blanquecino de finísimo polvo, que bajo el haz de luz de las lámparas en el interior del Cometa, parecieran auroras boreales que se desplazan sobre la superficie transformada en moléculas ionizadas.

Tratamos de dormir. La tormenta afuera golpeaba y arañaba la puerta con un rumor de dedos secos, cadavéricos. Nosotros adentro….. pegoteados de sudor. La arena seguía llegando en oleadas, las casuarinas resisten con una endemoniada obcecación, dando tumbos de un lado hacia otro, y sus melenas se agitan con el vaivén de la tormenta, como bailarinas en “ un ballet de aquelarre”

Calor sofocante. Sopor calcinante. Estamos acostados. Pareciera que cada partícula de polvo y el aire en el interior, se hincharan y nos aplastaran como una frazada invisible, caliente y transparente. Me escurre el sudor por las sienes. No soporto la cama. Decido levantarme a seguir escribiendo. Mari hace lo mismo después de un rato de dar vueltas de un extremo al otro de la cama.___¿Quieres jugar un rato a las cartas? ___ Me pregunta de pié junto a mí, en mi bastión.

___De acuerdo___ Le contesto, aceptando de buen agrado la idea de pasar un rato tratando de distraer el calor.

___¿Y si prendemos un rato el aire acondicionado? ___

___¡Imposible!___ Le contesto.

___Se atascaría el filtro___

___¿No ves que está en el exterior y exactamente arriba del cometa? ___

___Jalaría hacia el interior, gran cantidad de arena y polvo___

___¿ Puedo prender aunque sea el ventilador pequeño del comedor? ___ Me pide casi como una súplica.

___ Sí, ese lo único que hará, será esparcir el polvito de acá dentro___

Jugamos un partido de Inteligente, que nos tuvo entretenidos por un largo rato, mientras nos secábamos con nuestros respectivos paliacates, de cuando en cuando el sudor.

___Ya me arde la cara de tanto limpiármela___ Me dijo Mari.

___¿ Por qué no te hechas un regaderazo ¿ __ Le sugiero?

___ Yo también haré lo mismo___ Le dije; y procedimos a bañarnos por segunda vez para mitigar el calor, en tanto que afuera, la noche era ya toda luna y viento.

Decidimos intentar nuevamente dormir. Mari se acuesta en la cama. Yo no soporto el calor que produce el colchón. Opto por tender una sábana en el piso del pasillo del Cometa. Me tiendo ahí. Está duro e incómodo, pero al menos no siento el calor en la espalda que produce el colchón. Tenemos los dos ventiladores funcionando; el del tablero del Cometa y el del comedor. Zumban con un leve ronroneo que se une a coro con el ulular del viento y las ramas de las casuarinas en el exterior que se entrelazan como queriendo arrancárselas unas a otras. Aumenta la furia del aire y ellas incrementan su frenesí de aullidos en honor a ” Eolo “.

Se hace larga y cansada la noche. Escucho a Mari rezar su ” Cuarentena “. Le llama así a una promesa que le hace a la Virgen de La Soledad, de rezarle cada noche un rosario, durante cuarenta días seguidos sin interrupción. Lo curioso de esta promesa es que si una sola noche “la corta” ya la intención no funciona, y deberá iniciarla nuevamente desde cero. Su letanía se une al intenso rumor de las ramas y al coro de murmullos de los ventiladores y el viento.

Cierro los ojos. Me siento en el interior de una de tantas misiones que hemos visitado, con sus grandes, severos y angulosos lineamientos, pasillos y corredores de adobe, de un edificio que no se si está, medio derruido o a medio construir, con paredes todavía sin “enjarrar” o ya sin él, suben desde el piso de tierra hasta perderse arriba en la oscuridad de la noche.

Escucho el bisbiseo de las mujeres enlutadas rezando El Rosario, con sus cabezas cubiertas con rebozos negros, mantillas, o cualquier tipo de trapo oscuro.

Veo un cristo labrado en madera por la mano de un hombre. Las vetas de la madera parecen llagas de un leproso.

Continúan los rezos por largo rato, me arrullan, empiezo a caer con la cabeza hacia abajo, en un hoyo negro, profundo, sin fondo, siento que me hundo, girando, dando tumbos, en una vorágine que me conduce a mi quimera de esta noche.

Me gana una invencible modorra.

Hora: 5:00 AM. Temperatura: 22ºC.

Tal como llegó, se ha ido. Despierto, como queriendo desgajar al sueño. No se escucha más el viento. Me asomo. Abro la puerta del Cometa. Recibo una fresca brisa que viene del mar. Se acabó la pesadilla de ayer. Por la puerta se veía el amanecer. Los puntos luminosos lucían arriba con intensidad quieta y eterna. Solo se oía a lo lejos el continuo ladrar de los perros. Las estrellas están a veces en el cielo de la madrugada hinchadas de tanto desvelo. La luna en creciente había salido un rato y se fue temprano a dormir, estuvo un rato allí con su cara leprosa y desfigurada.

Dejo abierta la puerta del Cometa y me apresuro a abrir también todas las ventanas, todas las cortinas…. ¡Que entre toda la brisa que quiera entrar y nos ahogue de frescor matinal! Quiero leer en el cielo los mapas celestes. Ver a Escorpión en el poniente, huir acosado por la espada enjoyada de miríadas de estrellas nuevas, relucientes, refulgentes, del gallardo cazador Orión, que se asoma ya por el oriente. Oler en el aire el salobre marino. Gozar en toda su magnitud este amanecer. Saber como los ancianos pescadores, los nombres de las constelaciones y las estrellas. Esperar la misma hora de ahora para ver salir el sol de este nuevo día.

Al romper el día nos pondremos en marcha. Ya falta poco. Ya está aclarando. No es todavía la luz del sol, sino el imperceptible retirarse de las tinieblas.

Sec. Bahía Los Ángeles Secundaria. Bahía de los Ángeles. Mary

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