miércoles

Día 45: Miércoles 19 de junio del 2002. Playa “El Requesón” y “La Perla”

Hora: 6:44 am. Temperatura: 24°C. Humedad: 55% Presión B.: 30.0

Partimos muy temprano y sólo nos movimos unos cuantos kilómetros al sur.

Km. 104.- Se llega a la cima del cerro saliendo del coyote.

Km. 101.- Entronque a la derecha. No indica a donde.

Km. 96.- Acceso a otra pequeña bahía, sin nombre.

Km. 95.- Antiguo rancho con acceso a otra bahía.

Km. 93.- Playa El Requesón. Bahía de fina arena. Ultima de este tipo. Con la marea baja se puede acceder a la pequeña isla en el centro de la bahía.

Ahora son las 11 am. Nos hemos detenido en una pequeña playa llamada La Perla. A otros 15 km. al sur de donde dormimos anoche. Bajamos a la playa El Requesón, pero habían muchos gringos acampados en ella, así que mejor decidí seguir otra veredita más al sur y me trajo a este paraje bellísimo. Es muy pequeñita, apenas de unos cien metros. Está acondicionada para acampar. Tiene apenas cuatro palapas, dos letrinas rústicas con fosa séptica. Pertenece al Ejido, cobran $ 50.00 por noche. Lugar muy limpio, solitario. La brisa corre mucho mejor aquí porque no hay cerros cercanos.

Ocupamos una de las palapas. Coloqué al Cometa de frente al mar, de modo que la puerta quedara al frente de la sombra de la palapa. Colocamos la mesa y las sillas bajo la palapa y colgué mi hamaca Juchiteca de color naranja fuerte de dos de los troncos.

Acostado me hamaqueo mientras disfruto del paisaje y escribo. Sólo escucho el lamento de las cigarras llenar el cielo azul turquí, donde se divisa una nubecilla blanca, cuya perezosa inmovilidad la hacía semejante a una odalisca, ceñida de velos de gasa recostada en su otomana azul, mientras las lagartijas se escabullen bajo la panza del Cometa, les palpita el vientre color de arena y sus boludos ojos se petrifican bajo el sol llameante. Aquí en el desierto, no hay nada pequeño, ni el mar, ni el grano de arena, ni el sol, ni la choya

Rumbo a la playa La Perla.

Desde aquí distingo el musgo oscuro del fondo marino, como un tapete bajo la espuma impregnada de yodo y salitre de las aguas, y a lo lejos, la línea que divide con un lazo, el mar como un vasto cristal, y el arcano.

En la punta de la bahía sobresalen un puñado de rocas cubiertas de lama, es la hora de la bajamar. Muchos pelícanos reposan sobre ellas. Parecen esas figuras de yeso que venden a los incautos turistas gringos en la línea, allá donde termina o comienza la patria, allá en Tijuana, podría yo asegurar que las hubieran traído ex profesamente para pegarlas sobre las rocas.

A lo lejos, al otro lado de la enorme Bahía Concepción se tiende a todo lo largo, la Sierra de los Gavilanes.

Estacionados en La Perla.

Me tuve que levantar para ir a buscar un lápiz al Cometa, ya que acostado en la hamaca, no puedo escribir con la pluma porque se le va la tinta. ¡Que contrariedad!, tan a gusto que estaba. Me quedé dormido. Al despertar decidí meterme al agua. Que diferencia del agua del mar aquí en comparación al caldo de la playa El Coyote donde estuvimos ayer. Se siente fresca, aunque afuera el calor ha ido en aumento conforme avanza el día. Sopla sólo una leve brisa, que no sirve para mucho contra el calor, tan solo agita las puntas de las palmas del techo de la palapa.

Mary en la palapa de La Perla.

En estos días de Verano, el calor en el desierto empieza con todas sus fuerzas desde muy temprano, en cuanto asoma el sol, y se prolonga durante todo el día con más rigor hasta entrada la noche, cuando la oscuridad total hace que descienda sólo un poco.

La familia de pescadores que vive aquí y se encarga de mantener limpio y arreglado este lugar son los que tienen la concesión de esta playa. El papá, dos hijos y sus respectivas esposas con sendos hijos cada una, en total siete. Han vivido aquí toda su vida, pero sin embargo, no les pertenecen estas tierras. Los dos hijos acaban de regresar de la pesca, traen la panga cargada de pescados, me fui a asomar a ver que traían, pargos, cabrillas, cochitos. Les compré cinco pargos de regular tamaño, sólo me pidió para las sodas, así que le pagué veinte pesos. Comeremos pescado al medio día. Los destripé, les quité las escamas, y los dejé listos para que Mari fría tres hoy y guarde los otros dos en la hielera para la noche, o para el desayuno de mañana.

Desierto frente a La Perla.

Seguí el resto del día meciéndome en la hamaca., a ratos leyendo y a ratos escribiendo. Cayó un poco de brisa tibia después del medio día que trajo un poco de frescor y hacer más llevadera la tarde. En este lugar tan aislado, me siento como un náufrago en una isla desierta, sólo que sin palmeras como en los cuentos, sino rodeado de desierto.

Opuesto a la playa, se levanta el Cerro Armenta, de un color café ceniciento, seco por completo y pedregoso, sobre sus faldas, cercanas a la carretera federal, No. 1, un ingeniero artista, realizó una obra gigantesca, un geoglifo , imitando aquellos construidos por las antiguas culturas Incas del Perú, en Nasca ; en este caso, las figuras que este artista dio forma en este lugar, son, una gigantesca mano señalando al cielo, y una ballena a su lado, ambas construida aprovechando la gran cantidad de rocas de lava volcánica arrojada alguna vez por este pequeño volcán extinto ahora, y que por miles abundan en los alrededores; ambas figuras son fáciles de distinguir desde la carretera cuando se viene viajando de norte a sur a mano derecha, entre la playa El Requesón y la Playa Armenta.

Geoglifos en el Cerro Armenta.

Al pie del cerro con los geoglifos se extiende una cañada cubierta toda por un bello bosque de cardones, cirios, pitahayas, y cactáceas en general.

Alrededor del Cerro Armenta.

Entre la franja de agua de mar de colores verde claro y jade que lamen las rocas, un pelícano desciende en picada sobre un cardumen de peces, algunos saltan rebotando en su huída; otro pelícano baja como un hidroplano rasgando con sus palmípedas patas la quietud del agua que refleja el sol en mil puntos refulgentes.

Mari no frió los parguitos para comer como yo esperaba, en lugar de eso, los rellenó de verduras, los empapeló con aluminio y los horneó, le quedaron deliciosos, complementados con sus respectivas cervezas pacífico; que gran cosa es traer un refrigerador.

Me toca la tarea de lavar los trastos. Los meto en una cubeta, me voy al mar y los lavo con la arenita fina de la playa, quedan mejor que si los tallaras con fibra sintética, de la que usan las amas de casa en sus cocinas y los enjuago con la misma agua de mar, posteriormente los vuelvo a enjuagar con agua dulce dentro del Cometa y están listos para la siguiente, no hay necesidad de usar detergente para trastos.

La Perla.

Por la tardecita se acercó a la hamaca donde estaba acostado, el hijo de Mario el pescador, el que me vendió los pargos en la mañana. El niño se llama Manuel, tiene cinco años, según el mismo me dijo, venía vestido sólo con unos calzoncillos estampados; moreno él, bronceado de sol, pies descalzos, cabello muy cortito, casi pelón, de ojos negros y grandes, cara redonda y pómulos salientes, dientes blanquísimos, traía en sus manos una hoja de papel en blanco y un lápiz. Su papá le había dicho que yo era profesor.

___Profe ___ me dijo

___Dice mi apá que me ponga a estudiar___ me sonreí y le dije

___Está bien, vamos a ver que hacemos___ pero primero, me tienes que ayudar a bajar la mesita para trabajar en ella___

___¿ y donde está?___ me preguntó

___Dentro del camioncito___ le contesté. Fuimos por ella, por otro lápiz para mi y más hojas y junto con el par de sillas plegables, que el niño cargó, regresamos a la palapa donde estaba acostado anteriormente.

Nos pusimos a hacer ejercicios de coordinación motriz. Se me ocurrió que dibujáramos siluetas de peces y patos, ya que esta acostumbrado a verlos en su entorno y pensé que le sería más divertido así. Cuando estaba dibujando los peces, observé que unos eran más grandes que otros, y le pregunté.

___Oyes Manuel, ¿por qué haces esos peces más chiquitos que ese otro?___ señalándole al más grande, y con su acento sudcaliforniano, me contestó

___Ej quesos, loj ejtá pariendo la grande___

___Ahhh........___ le contesté, sin agregar más.

Estuvo conmigo como una hora, Mari se nos unió y al final le obsequió unos dulces que traía en el Cometa.

___Son como premio a tu trabajo que te quedó muy bonito___le dijo Mari.

Antes de partir me preguntó.

___¿Le gujtan las jaibas profe?____ le contesté que sí.

___¿Porque, Manuel?___ le pregunté

___Ej que mi tata trajo un chingo___ concluyó. Mari y Yo nos reímos de su ocurrencia y su modo tan peculiar de decir las cosas, con toda la simpleza del sudcaliforniano.

Se marchó feliz, saboreando una paleta de dulce, siguiendo la vereda que sube por un caminito de blanca arena que lleva a su casa en la cima de una duna, se alejó bajo los rayos del sol, pisando con desparpajo la arena como comal caliente, sin preocuparle en lo más mínimo el traer los pies descalzos, llevando orgulloso entre sus manos, las hojas con los ejercicios y sus dulces.

El abuelo de Manuelito, Don Fito, es el encargado de mantener este lugar como está, es a nombre de él que está registrado este pequeño terreno. Vive con su familia en la chocita que está sobre la duna más alta junto a la playa, hacia donde se fue Manuel . Se la concedió el gobierno y viven de lo que obtienen de esto y la pesca. Fue pescador hasta hace apenas unos años, cuando las reumas ya no se lo permitieron. Ha vivido aquí desde siempre y desde muy temprano, ganándole al sol, empieza a barrer y a limpiar todo alrededor hasta dejar este paraje impecablemente limpio, al igual que las letrinas.

Estacionados en La Perla.

Esta es una de las pocas playas que aún no han invadido los gringos y que están bajo la protección de esta bella gente. Que bueno que la gente originaria de aquí obtenga beneficios de estos lugares que les pertenecen de por siempre y evitar un poco la invasión de extranjeros que por medio de prestanombres se apoderan de ellas, y los desplazan por unos cuantos dólares.

Hora: 6 pm

Ha subido la marea hasta su máximo nivel. Se han cubierto en su totalidad las rocas que en el día servían de pedestal a los pelícanos, no se ven ninguno por los alrededores. La temperatura ha cambiado, el sol que nos baña ahora es menos cálido.

Hora: 7:30 pm.

Me metí nuevamente al agua, que gusto bañarse en esta enorme mancha añil, es impresionante como cambia tanto su temperatura durante el transcurso del día, ahora se siente tibiecita completamente, no se siente dispareja como el día de ayer en la playa el coyote. Es un tibio delicioso, sientes la sensación de estar en una bañera con agua tibia salada. Me estuve ahí hasta que la oscuridad cubrió todo y las estrellas rasgaron la noche.

La Perla.

Hora: 9 pm.

La oscuridad lame las estrellas de cristal cortado. Llegaron los espectadores de esta noche, los escasos pobladores van ocupando uno a uno las plateas de este campo pesquero, mientras tras las bambalinas de la oscuridad, Mari y Yo, terminamos de acomodar los instrumentos, son nuestros invitados especiales a disfrutar de la noche astronómica que esta por comenzar. Al anuncio de “tercera llamada, comenzamos” fueron pasando a regocijarse con la belleza de La Luna, de la vista de los vagabundos Venus y Júpiter para después continuar nuestro paseo intergaláctico con algunos cúmulos como el M13, el Omega Centauro, el M57, y así asomándose por las escotillas de nuestra nave, se asombraban de las maravillas del universo, que por vez primera, como un sueño cumplido, tenían a su alcance. Paseamos por el cielo largo tiempo, sin embargo el tiempo siempre limitante interrumpió el viaje. Nuestros viajeros descendieron con nosotros a la realidad y se despidieron uno a uno de mano y por el sendero que llegaron, se desvanecieron tras las siluetas de las dunas.

Pasaba ya de la media noche cuando nos fuimos a la cama, más ya muy de madrugada, escuché el motor de la lancha, eran los pescadores que salían al mar por su cosecha de pescados de este nuevo día, el pequeño mástil improvisado se mecía suavemente contra el cielo, la proa se alzaba y hundía en el horizonte iluminado por la luna, la panga rolaba y se abría camino como a través de un túnel por las oscuras aguas. Estoy mirando por la ventana del Cometa, escuchando, con la mitad del alma en el mar y la otra en la tierra y juntas miro al universo.

La Perla.

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