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Día 33: Viernes 7 de Junio 2002. ___ Bahía Asunción.

Hora: 1:50 pm. Temperatura:23º( interior) Humedad: 45 Presión Barométrica: 30.3

Estamos estacionados en la parte más alta hasta donde el camino nos permitió ascender, en La Punta Eugenia. Rodeados del Océano Pacífico, aire fresco y puro, de mar, de infinito azul, tan lejano y profundo como el pensamiento. Rumor de olas que se precipitan furiosas contra el acantilado de abajo tras un largo viaje de muy lejos, mezclado con los sonidos lastimeros de los lobos de mar que habitan enfrente, en la Isla Asunción. Los distingo con los binoculares. Son cientos. A la derecha, desde el punto donde nos encontramos, se extiende una inmensa bahía y en ella, como a 15 km. La Isla San Roque

Bahía Asunción. Punta Eugenia. Isla Asunción.

Mari prepara de comer: Verduras, lechuga fresca, ensalada de atún.

El pueblo abajo descansa aletargado, bañado de cuando en cuando por oleadas de polvo semitransparente color marrón. El Cometa apunta hacia el mar abierto, me gusta estacionarlo así para que el también disfrute de las bellezas de los lugares hasta donde nos ha traído.

Mari lava las verduras en el fregadero de la cocina junto a mí. Estoy escribiendo sobre la mesa del comedor. Ahora le toca el turno a las zanahorias, que pica en pequeños cuadritos menudos, casi simétricos, ahora los chayotes. Lo hace con toda la calma, contagiada por la paz y el sosiego que se mete al alma en estos parajes donde la soledad es compañera inseparable. Sólo se escucha el golpeteo del cuchillo sobre la tabla de picar, el rumor de las olas y el ladrido lastimero de los lobos de mar afuera. En el fuego de la estufa, arroz a la morisqueta. Se acerca la hora de comer.

Llama mi atención un pequeño cobertizo de madera, maltrecho, abandonado en la parte más inaccesible de la punta donde estamos. La curiosidad me hace descender y me encamino hacia el lugar, es el punto más alto y lejano, me parece un magnífico lugar para tomar algunas fotos, al acercarme, dos perros aparecen de la parte trasera, me empiezan a ladrar desde lejos antes de llegar, distingo a un dálmata pequeño y uno mayor de color negro, no se de que raza será, no soy muy bueno para eso de los perros, pero si se que es el más agresivo, se acerca poco a poco hacia a mi, el pequeño se le une, prefiero retirarme y buscar mejor otro sitio y otro ángulo menos peligroso para las fotografías. Me muevo hacia mi derecha, hacia donde apunta la trompa del Cometa. Me coloco hasta el límite del acantilado. Desde aquí distingo abajo muy cerca, una pequeña ensenada con una playita de arena negra, un negro brillante como de obsidiana. Así son todos los contornos de las orillas del mar en este lugar. Se ve cubierta en gran parte por sargazo que el mar a arrojado ahí. Algunos pescadores de este lugar se dedican a cosechar esta planta mar adentro, en las profundidades frías de estas aguas utilizando equipo de buceo muy rudimentario, posteriormente las tienden en las partes altas de la playa y las ponen a secar, para después venderlas a una compañía gringa que se los compra a $1,700 dlls. la tonelada, y la cual utiliza el producto para fabricar gelatina. Los campos submarinos de sargazo, (me platicó Ernesto Rodríguez, buzo profesional por muchos años dedicado a esto, y nativo de aquí, con quien platique ayer por la mañana que andábamos caminando por la playa cercana al muelle) se extienden bajo el mar por kilómetros y ellos las buscan y las llegan a podar hasta cuatro veces al año, ya que sola la planta se regenera. A la gente dedicada a esto bien se les podría llamar Agricultores Submarinos. Es un oficio, nada agradable, ya que aparte de los peligros que implica bajar a esas profundidades con el equipo de bombeo de oxigeno tan rudimentario que traen instaladas en sus pangas, las corrientes tan frías los acercan siempre a los estados de hipotermia. Vi bajar a Ernesto esa mañana, pálido, cenizo tiritando de frío aún bajo el traje térmico de buceo. Hombre alto, de unos 40 años, piel morena curtida de sal mar y sol. Bajó con su compañero después de un día más de trabajo en las profundidades del mar.

___ Es muy buena la paga___ me dijo al cuestionarlo sobre el alto riesgo del oficio

___ y como no hay mucha competencia aquí, pues por eso me dedico a esto___

___Ya la sacada de abulón, pasó casi a la historia___

___ Cada vez es más difícil encontrarlo___ Y hay que ir más y más lejos___.

___Con un par de buenas cosechas de sargazo al año, y ya la hicimos___

Es increíble y no dejo de sorprenderme conforme voy conociendo más y más estas tierras, como su gente lucha y le arranca cosas a la naturaleza para poder vivir en estas regiones que aún están tan alejadas del mundo que llamamos “civilizado” y tan lleno de cosas banales, que ni idea tiene de este otro que existe acá. Tomé una serie de fotografías desde el acantilado, justo a tiempo, pues Mari tocaba el claxon del Cometa llamándome a comer.

Mientras comíamos, Mari descubre a lo lejos, mar adentro, un par de pangas que se dirigen hacia el puerto.

___Ya regresan los pescadores, ¡míralos! ___ De inmediato volteo hacia el parabrisas del Cometa y distingo a lo lejos las siluetas recortando las olas erizadas por el viento frío del Pacífico.

___Parecen ser las pangas de los vecinos de la playa del cantil ___ dijo Mari.

___Pueden ser ___ le contesto.

___Que bueno que no le acepté la invitación al Sr. Manuel de ir con ellos el día de hoy___

___Vendría muerto de frío ___ le dije a Mari.

Y en verdad que estuve tentado el día de ayer por la tarde, cuando estacionados en la Punta El cantil conocimos al Sr. Manuel, pescador de abulón, quién me invitó a acompañarlos de pesca para el día de hoy, hasta las inmediaciones de la Isla San Roque, pero tomando en cuenta el clima tan frío y el viento, le dije que no. Salieron esta mañana a las 7:00 am. Por otro lado teníamos ya el compromiso de trabajar durante la mañana en la Esc. Sec. de este lugar.

Conforme se acercaron a la costa y al punto en que nos encontrábamos, bajé del Cometa para hacerles señas y saludarlos. Me vieron y contestaron a la vez con otro ademán. Pude observar que venían empapados aún sobre sus impermeables amarillos. El fuerte oleaje, el viento y la velocidad de las pangas, hacen inevitable que se mojen.

___De la que me salvé___ me dije a mí mismo y regrese al interior tibio y acogedor del Cometa.

___Si eran ellos___ le dije a Mari.

___Acuérdate que el Sr. Manuel nos invitó a comer pescado mañana Sábado ___ me recordó Mari.

___Y a ver el partido de fútbol México contra Ecuador ____ complementé.

___Bueno, ya veremos que Dios dice mañana___ concluí.

___Mencionó que iba a preparar ceviche de abulón___ porque se iban a juntar varios amigos pescadores a ver el partido___dijo nuevamente Mari.

___Está bien___ concluí de nuevo.

Ocho pangas reposan sobre la playa allá abajo. Son grandes, de 22 pies de largo. Sólo una tiene el motor fuera de borda instalado, las otras, se ve que hace varios días que no las usan.

Secando Sargazo en la playa de Bahía Concepción

Hora: 3:35 pm.- El viento es un poco más benigno el día de hoy, pero aún frío allá fuera. Mari terminó de lavar los trastes, mientras yo tendía la cama para hacer un rato de siesta. Nos recostamos y descansamos. Afuera sólo el ulular del viento que nos arrulla y el ladrido lejano de las focas y lobos marinos en la Isla Asunción.

Salí a caminar nuevamente después de la siesta. Hay una serie de rocas que sobresalen de las aguas del mar en la parte baja de este acantilado. Vi a algunos jóvenes trepar sobre ellas. Me dirijo hacia ellos. Son alumnos y alumnas de la Secundaria. Reconozco a una de las chicas. Son seis en total, cuatro chicos y dos chicas.

___Hola, ¿qué hacen por aca? ___ les pregunto.

___Venimos a caminar, nomás___me contesta uno de los chicos

___Vimos su camioncito parado allá arriba y pensamos que andaban conociendo La Bufadora ___

___No tenía idea de que estuviera aquí___ les contesté. Entonces recordé que el director de la escuela me había mencionado de este lugar .

___Quédese viendo ese agujero entre las piedras___ me dijo una de las chicas.

De pronto impulsado por la ola que penetra bajo las rocas, un chorro de agua emerge por el pequeño orificio, con tal fuerza, que se eleva varios metros hacia arriba y baña parte de las rocas y el acantilado.

Todos rieron al ver que parte del chorro me salpicaba.

___Ah, canijos___ Les dije riendo.

___Sabían que me iba a mojar, ¿verdad? ___ y continuaron riéndose de mí.

Así fue como llegué a conocer esta maravilla, que la naturaleza copió, aunque en forma más pequeña, de la ya muy famosa Bufadora que existe cerca del Puerto de Ensenada B.C. Permanecí con ellos por un rato charlando, cuando de repente recordé que no le había tomado ninguna foto al espectáculo, así que de inmediato me incorporé de la roca sobre la cual estaba sentado como impulsado por un resorte.

___Ahorita regreso, voy por mi cámara___ les dije y me dirigí hacia El Cometa lo más pronto que pude, ya que la marea empezaba a cambiar y según me dijeron los chicos el fenómeno se terminaba con la marea alta. Regresé y empecé a tomar fotos y más fotos, tratando de disparar el obturador en el momento preciso de la salida del chorro de agua. No cabe duda que ninguna cámara fotográfica podrá nunca superar lo que el ojo humano capta en ese instante de belleza. La marea subió, cubrió por completo el agujero así como parte de las rocas y los chicos y yo tuvimos que saltar a la parte superior del acantilado, donde se despidieron de mi, con la promesa de reencontrarnos en la noche en el patio de la Escuela Secundaria, donde tendríamos una sesión astronómica.

El horizonte al oeste, me queda completamente de frente. Desde mi bastión, observo al sol ocultarse lentamente tras las montañas de la Isla San Roque, entre una cortina de bruma transparente como velo terso de organdí.

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La Bufadora

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Secundaria Simón Bolívar

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