domingo

Día 35: Domingo 9 de junio del 2002 San Ignacio. (Estacionados).

Hora: 8:45 am. Temperatura: 12°C. Humedad: 58% Presión B.; 30.0

Desperté desde las 5:45. Nuevo día, nuevo amanecer, nuevo paisaje. Es parte de lo maravilloso de esta aventura.

Escucho a mí alrededor un sonido como el de un ejecutante de Chelo. Pareciera que afina las cuerdas de su instrumento. Las talla suavemente. Me lo imagino en la sala de conciertos de un gran teatro, antes de dar inicio la función. Corre el arco de izquierda a derecha con mucha delicadeza. Repite el acto una y otra vez. Es un sonido muy grave. Una, dos, tres, cuatro veces. Vuelve a iniciar y checa que dé el mismo tono. Se le une otro haciéndole eco. Ahora otros más. Se incorporan nuevos sonidos. Gorjeos, piares, trinos. Un sinnúmero de sonidos. Es el inicio de la gran Sinfonía de La Laguna. “ Sinfonía de La Naturaleza “, que desde mi platea en El Cometa, disfruto de este preludio, en esta sala donde Mari y Yo, somos los únicos humanos invitados a esta premier, en este paraje donde hemos pernoctado. Una Orquesta Sinfónica particular que nos deleita al iniciar este nuevo día. Los juncos de la laguna, también se unen a la función, con el leve ulular que produce la brisa matutina escurriéndose entre sus largas y verdes varas que sobresalen sobre la rizada superficie del agua.

Bajé, y lo primero que me encuentro justo frente a la trompa del Cometa, un polluelo recién nacido. Se cayó de su nido probablemente durante la noche. Un enorme sauce nos cubre. Bajo él pasamos la noche. De alguna de sus ramas se debió haber desprendido este pajarito. Está moribundo, tiembla, ciego, sin plumas, sólo lo cubre un suave vellón, revolcado de arena, boca arriba. Está demasiado débil, casi no se mueve, agoniza. El implacable sol acabará con él en una horas más. Aquí la ley de la naturaleza se muestra tal cual es. Sólo lo observo y dejo todo como esta en manos de Dios. La vida en este planeta debe seguir su curso normal.

Escucho a Mari en los quehaceres de ama de casa, o en este caso podría decir, de ama del Cometa. Prepara el habitual desayuno. Desayunamos muy ligero, sólo frutas y jugo. Salimos como a las 7 am. a caminar como de costumbre, hoy siguiendo la rivera del río.

De vuelta en el Cometa, veo ahora a través de una ventana del lado izquierdo, sobre unas varas de junco seco que flotan sobre la laguna, tres pajaritos muy pequeños, parecidos al que esta moribundo. Saltan, vuelan de aquí para allá, dan pequeños saltitos, van de rama en rama, felices picotean cosas a las orillas del agua, no tienen idea ni se preocupan de saber el terrible drama de la vida que se está sucediendo a escasos metros de ellos, o tal vez si, y esto sea para ellos un ejemplo claro del caso del hijo desobediente. Que sé yo. Lo único que alcanzo a comprender es como retozan y disfrutan de la dicha de vivir.

Hora: 11 am.

Hoy es día de ir a misa. Acudimos a los repiques de la campana de la Iglesia de la antigua Misión de San Ignacio. Oportunidad única de poder estar en un recinto sagrado con tanta historia, construido por aquellos misioneros, evangelizadores pioneros, y colonizadores de la Baja. Al iniciarse la misa, el padre que la oficiaba se sintió mal y tuvieron que sacarlo de emergencia, por lo que se interrumpió, para que después de un rato, fuera reiniciada con la presencia de otro padre misionero de la orden de Los Combonianos. Orden religiosa compuesta de misioneros dedicados a servir bajo el nombre de su fundador el padre “ Daniel Comboni “. Fue algo muy especial, distinto a tantas otras a la que he acudido, en este recinto que data del siglo XVII. Fueron sensaciones vívidas, de un pasado encerrado en aquellas gruesas paredes de cal y piedra. Los retablos, pinturas, esculturas, y los frisos en las paredes, me hacían sentir la magnificencia del lugar y al transportarme a las épocas de su apogeo, podía sentir la soledad del lugar y el misticismo que encierra. Me sentía como si estuviera en ese recinto con los indígenas de aquella región y de aquel período. Acompañaron la misa, el piar de una multitud de avecillas que han hecho sus nidos en las salientes de los altos muros, algunos, sobre las figuras de querubines con rasgos indígenas que adornan las cuatro esquinas del techo, y en la parte superior de los retablos del altar mayor, que en esos momentos era bañado por los rayos del sol de la mañana, que se filtraba por una de las ventanas que apuntan al este, dándole a éste, un brillo dorado No cesaron de piar y revolotear alrededor y sobre nuestras cabezas. Entraban y salían del templo por las ventanas en lo alto de las bóvedas de la iglesia. Iban y venían acarreando pedacitos de paja, comida, un sinnúmero de objetos apenas perceptible en sus pequeños picos. Le daban un toque celestial, místico, al momento. Me distrajeron durante todo el oficio. No me podía concentrar en lo que el padre decía, pero en cambio, gozaba de lo peculiar, de lo especial del momento. Sobre la segunda bóveda, exactamente sobre mi cabeza, un angelito cargando un listón entre sus manos, con una leyenda que decía “Gloria in exelsus Deus”.

Terminada la misa, paseamos alrededor del parque del poblado, rodeado de frondosos árboles de Laureles de la India, que está como casi todos los de nuestro país, enfrente de la iglesia. Saboreamos una clásica nieve de garrafa pueblerina, de mango. Tiene también este lugar su quiosco y su presidencia municipal, todo en el centro cívico del pueblo.

El museo local se encuentra dentro de la Misión de San Ignacio, pero hoy domingo está cerrado al público, por lo que será hasta mañana que podamos visitarla.

Hoy es día de elecciones para elegir al nuevo Delegado del poblado. Eso hacía que en el parque hubiera mayor afluencia de lugareños que vinieron a votar a la casilla instalada en una de las esquinas del parque.

Parque de San Ignacio.

Posteriormente preguntamos a un policía el domicilio del director de la escuela secundaria. Como era de suponerse, rápidamente supo de quien se trataba. Nos dio las señas, y acto seguido nos encaminamos hacia allá. Tocamos a la puerta de su casa, distante a sólo dos pequeñas cuadras del parque. Nos recibió muy amablemente y nos invitó a pasar al interior, nos invitó su esposa sendos vasos de agua de limón bien fría. Le planteamos nuestro proyecto, acordamos hora y estrategias para realizarlo el día de mañana muy temprano, en estos lugares, hay que ganarle siempre al calor. Platicamos largo rato con él. Nos informó que el pasado viernes, habían ido de visita al Campamento del Berrendo, en el desierto del Vizcaíno, lugar en el que habíamos estado hacía apenas unos días. Le pregunté al profesor si habían ido en un autobús escolar de color naranja, de esos que se compran usados en los USA.

___Así fue___ me contestó

___¿Cómo lo supo?___ Preguntó él ahora.

___Es que vimos pasar ese vehículo en el camino hace precisamente unos días atrás___

___Justo cuando andábamos en el Desierto del Vizcaíno___

___Y, no creo que mucho vehículos escolares circulen por esos rumbos___ le dije

___Por eso deduje que eran ustedes___

___Tiene mucha razón___ afirmó.

Durante la conversación, después de platicarle nuestras experiencias con los custodios del campo, llegamos al tema de la mascota Clarisa, la araña, entonces fue cuando nos dio la terrible noticia.

___Con mucha pena le voy a decir lo que sucedió con la pobre de Clarisa___ me dijo

___¡Que cosa!___ le pregunté intrigado

___Pues sucede que algunos alumnos, curioseando por los alrededores de las oficinas, justo en la ventana donde vivía la araña, se toparon con ella, y uno de ellos, asustado por el animalito, la aplastó con su cuaderno de notas___

___Excuso decirle la pena que pasé, tratando de disculparnos con los encargados del campo___ me dijo.

Araña “Clarisa” , mascota de los Biólogos en Vizcaino.

Al cabo de una hora aproximadamente, regresamos a casa y a nuestro lugar de campamento, junto a la laguna. Comimos y descansamos un rato, mientras bajaba el calor fuerte del medio día.

Hora: 5 pm.

Me metí a bañar en la laguna. El agua estaba fresca, agradable para estas horas del día. Me acerqué a unos jovencitos lugareños que se divertían echándose clavados desde un tronco grueso de un árbol caído dentro de la laguna. Les hice plática y entre ella les pregunté sobre aquel sonido como de chelo que había escuchado durante la mañana. Me dijeron que no era ninguna ave la que lo producía como yo imaginaba, sino que era el canto de una rana, llamada Rana Toro. También les pregunté sobre el ave que había fotografiado anteriormente, y me aclararon que no eran Cormoranes como dije, sino que aquí ellos lo llaman Pato Pescador.

Pato pescador.

Me puse a pescar un rato por la tarde tratando de probar suerte. Mientras estaba en eso, sin lograr nada, llego un señor. Traía una tarraya, y en un trís, la lanzó cerca de donde estaba y para sorpresa mía, la sacó cargada de tilapias. Viéndome en mi triste situación de pescador novato, me gritó

__ ¡Amigo!....... ¿Quiere algunas? __

De inmediato le dije que sí. No era para estar despreciando tan halagüeña oferta.

__ Escoja las que quiera __ me dijo.

Escogí tres de las más grandes que venían en la atarraya. Nuevamente la volvió a arrojar y por segunda vez, la sacó cargada de otro tanto.

Platicamos durante largo rato. Se notaba que no tenía mucho que hacer en casa y junto con un pequeño que lo acompañaba, había salido esa tarde a desaburrirse, refrescarse y de paso llevar la cena. Resulto ser colega, profesor de la escuela primaria del lugar. Al rato, nos despedimos y me quedé limpiando los pescados y dejándolos listos para cenarlos fritos.

Solo nos queda esperar a que caiga la noche. Estamos ya listos para irnos a la cama. Nos hemos cenado uno de los pescados. Mari lo preparó al vapor. Ahora escribo el resumen del día en la bitácora. El aire corre fresco entre las frondas de los sauces llorones y las palmeras que nos rodean.

Nos acostamos temprano, puesto que mañana trabajaremos desde muy temprano en la escuela secundaria. Fin del día.9 pm.

Enoc con la pesca del día.

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