lunes

Día 36: Lunes 10 de junio de 2002 . SAN IGNACIO (Estacionados).

DIA DE ECLIPSE ANULAR DE SOL

Hora:7:00 am. Temperatura:12°C. Humedad: 59% Presión Barom. 30.0

Amaneció soleado. Salí a caminar temprano como casi todos los días. Vi algunos langostinos pequeñitos en los canales que corren adyacentes a la laguna. Cuando alcanzan su mayoría de edad, llegan a medir hasta 15 cm. en esta zona. Ayer conocí a un niño que vive en una de las casitas cercanas a la laguna, se llama Agustín, tiene apenas 7 años, me enseño como sacarlos de las cuevas en las que se esconden entre los juncos y la maleza de la rivera de la laguna. A su escasa edad, sabe bien donde buscarlos, nada de maravillas, se mueve como pez en la laguna, conoce su entorno a la perfección, sabe de la naturaleza a su modo.

Después de desayunar y bañarnos, nos dirigimos a trabajar a la Escuela Secundaria Técnica 12, Clave 03DST0012K de San Ignacio, Baja California Sur.

Director.- Profesor: Jesús Arnoldo Álvarez Juárez.

Realizamos nuestro proyecto durante el turno matutino, e informamos al alumnado en general, que ese día tendríamos la oportunidad de observar un fenómeno fabuloso, como sería el Eclipse Parcial de Sol, que ocurriría hoy. Extendimos la invitación por conducto de ellos a toda la comunidad en general y muy en especial a sus padres, para que nos acompañaran durante las horas de la tarde, para que pudieran aprovechar la oportunidad de observarlo a través de los telescopios que tendríamos instalados para tal ocasión en los patios de la escuela.

En este mismo edificio, por la tarde, alberga a los estudiantes de Bachillerato General, dependientes del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Baja California Sur. Centro de Educación Media Superior a Distancia No.07. Clave DEL C.T. 03EMS00070

Director y Coordinador del Centro: Profr. Ricardo Pablo García.

Coordinamos con el Profr. Ricardo las actividades tan peculiares que realizaríamos esa tarde con el alumnado del plantel a su cargo, y quedamos de estar de vuelta por la tarde para realizar nuestro proyecto “Astronomía por México” antes del eclipse y posteriormente, nos dedicaríamos de lleno a atender a todos los asistentes a la observación del fenómeno.

Escuela Secundaria Técnica # 12. San Ignacio.

Hora: 2:27 PM.

Estamos de vuelta en nuestro lugar de campamento, junto a la laguna. Presa de San Ignacio. Nuevamente me metí a bañar en la laguna, mientras Mari alistaba la comida. Ahora adelanto la bitácora sentado en mi mirador particular en el Cometa. El menú será; sopa de fideos y pescado a la veracruzana. Aún quedaban dos del día de ayer.

Nos informaron en la secundaria que ganó las elecciones El Capu, mote que le dan en el pueblo al actual ganador, eso por su aspecto gordo y parecido al cómico Capulina. Para celebrar su triunfo, esta noche habrá una verbena popular en el parque principal de la localidad, por lo cual en estos momentos están instalando la infraestructura para el evento, que será amenizado por la banda Los Vega. El baile dará comienzo a partir de las 9 de la noche. Justo después que se haya terminado el eclipse.

Desde mi lugar, levanto la vista hacia una palmera cercana a nosotros y observo un nidito de pajaritos, tejido laboriosamente. Parece muy frágil. Esta entreverado en el abanico de hojas de una palmera real. Son bejucos de un amarillento marrón, se mece con el ritmo de la brisa, pareciera que con una ráfaga fuerte, saldrá volando por los aires. No distingo a los polluelos. Sé que están ahí por que escucho su piar cada vez que la madre regresa al nido y por el ir y venir constante de ella acarreándoles alimento en su piquito, parece que les trae pequeños insectos, o algo así. No lo puedo precisar. Pero eso sí, se escucha el alboroto cada vez que ella se posa en el nido. Es un bello pajarillo de pecho amarillo encendido. Brilla al darle de frente la luz del sol. No sé que especie será, ni como se llama, o como le llaman por acá. Preguntaré más tarde.

Siento a mí alrededor una calma tal que me empieza a producir somnolencia, la brisa fresca que corre en el Cometa, el piar de los pajaritos, la hora de la tarde, la proximidad de la comida. Comprendo ahora el porque de la fama de perezosos que les han dado a los habitantes de San Ignacio. Cuentan una anécdota sobre el tema. Se dice que los arrieros que entran al poblado a esta hora de la siesta, tienen que envolver los cascos de sus bestias para que no hagan ruido sobre el empedrado, y despertar a sus habitantes.

Esto es bellamente contagioso. Se vive en este lugar, bajo el letargo producido por el embrujo del medio que nos rodea e inevitablemente nos invade. Espero que el modernismo o la civilización se mantengan aún lejos de aquí por mucho tiempo.

Suspendo la escritura por un buen rato y me lleno las pupilas de verdor, ahogo mis poros de brisa fresca, de olor a humedad, a fango de las riveras cercanas, escucho el aire jugar con los juncos y los abanicos de las palmeras, y me adormezco con el embrujo del oasis.

Me despierta Mari.

___¡Hora de comer!___

Vista desde mi bastión en El Cometa.

Hora: 5 pm.

De regreso a la secundaria. Ahora trabajamos con los alumnos del colegio de bachilleres. Sesión breve para darnos tiempo para salir al patio de atrás, a la plataforma pavimentada de la cancha de baloncesto e instalar los tres telescopios y ordenar al alumnado y al público en general que han acudido al llamado de nuestra invitación, para que juntos disfrutemos del eclipse parcial de sol.

Empieza el eclipse, Consulto mi reloj. 6:25 pm. La luna empieza a arrimarse al sol. Comienza su coqueteo celeste. Poco a poco, conforme agarra confianza, lo va envolviendo. Atrapándolo entre sus brazos. Haciéndolo suyo, en un encanto sombrío, para devorarlo.

Conforme pasan las horas, el sol, entra en la umbra envolvente del embrujo de la luna, y empezamos a sentir sus efectos aquí, en este oasis del desierto. El cielo se ha ido pintando de un tornasol brillante. Va cambiando lenta y paulatinamente conforme varía la intensidad de la luz que poco a poco decrece. La brisa fresca y leve ha aumentado de fuerza, como que con la llegada de la penumbra, el aliento fresco de Eolo cobró vigor, y desciende de allá lejos, de entre la escarpada Sierra de San Francisco. Miles de semicírculos se proyectan en el piso, por aquí y por allá. Son proyecciones del eclipse que al pasar por entre las copas de los árboles, bosquejan minúsculas medias lunas sobre el terrado. Se las muestro a los niños para que se den cuenta. Juegan a borrarlas con los pies. Ríen y corren bajo las frondas de los algodones y eucaliptos, mientras la luna y el sol, continúan con su arrumaco celeste. Los telescopios, empiezan a sufrir los rigores del viento. Tenemos que sujetarlos a veces para que no se desalineen. El público en general esta fascinado con el fenómeno, muchas preguntas de gente de todas las edades. Han venido desde niños de brazos cargados por sus madres, jóvenes, señores con sus esposas, familias completas, ancianos curtidos de sol del desierto. Ha sido la gran oportunidad de sus vidas, no sólo el observar a través de un telescopio, sino que sea el día de un eclipse de sol, que, aunque parcial, no por eso menos espectacular e insólito. Todos hacen fila, esperan ordenadamente su turno para asomarse a los oculares de los telescopios. Se forman una y otra vez conforme avanza el fenómeno, no se quieren perder el más mínimo cambio que ocurre sobre la superficie del sol, algunos cargan a sus niños de apenas un par de años, y casi los obligan a que se asomen, pero por no tener estos aun conciencia de lo que sucede y lo que van a ver, tienden a soltar el llanto o de plano cierran los ojitos, o voltean el ojo hacia otro punto. Yo que estoy cerca de ellos me doy cuenta de lo que esta sucediendo, y cuando los padres les preguntan

__¿Viste?__ contestan ___¡Sí!__ Sin haber siquiera abierto los ojitos.

Mari y Yo, nos encargamos de estar alineando los telescopios, cada de vez en cuando, para evitar que se salgan del campo visual, cosa que nos mantuvo muy ocupados durante el tiempo que duró la sesión. Fue todo un trabajo constante de ir y venir de uno a otro aparato.

Mary con el telescopio Dobsoniano.

Por fin la luna engolosinada, cesó su apetito voraz, ya no pudo más. Ahora el sol toma la revancha. Con su cara de luna en creciente, el sol empieza el ciclo contrario, poco a poco empieza a tragarse a la luna a puños, mientras que su brillante figura recobra nuevamente su tamaño original. Se oculta ya tras las siluetas violáceas que recortan el horizonte del oeste, con rumbo a la Sierra de San Francisquito, cuna de las pinturas rupestres. La noche se acerca ya. El sol por fin se dejo caer tras las montañas, cansado de los devaneos entre él y la luna. La mayoría de la gente se a retirado. Con la oscuridad, el frío aumento y con ello la soledad invadió la escuela, sólo una que otra luminaria queda encendida. Es hora de partir. Nos apresuramos a subir todo el equipo al Cometa, para al igual que todo mundo, emprender el regreso a casa, a nuestro paradero privado, allá junto a la laguna.

Hora: 10:05 de la noche.

Estamos tan cansados del ajetreo de esta tarde, que no nos quedan ganas de asistir a la verbena popular, aún cuando la música transportada por algunas ráfagas de viento llega hasta nosotros con su seducción al baile. Como Ulises, nos tapamos los oídos para no caer en su transe encantador. Decidimos bañarnos, cenar, e irnos a la cama inmediatamente. Ha sido un día largo y fatigoso.

Público admirando el eclipse de sol. San Ignacio.

 

San Ignacio Kaddá-Kaamán

Datos Generales:

Oasis en medio de un cañón rocoso de la Sierra de San Ignacio, localizado en el municipio de Mulegé, en la región norte del estado de B.C.S. en la que el arroyo El Carrizal da origen a una presa que forma la laguna del mismo nombre. La entrada al poblado de aproximadamente unos 2000 habitantes, está bordeada de altas palmeras datileras, árboles de cítricos y uvas, a lo largo de 2 km. que nos lleva a la plaza pública principal, lugar donde se erige la Misión de San Ignacio y ahora, la puerta de entrada a la Sierra de San Francisco, lugar donde se encuentra uno de los conjuntos pictóricos del arte rupestre más importante del mundo.

Casas de madera, de adobe, arcaicas, con ventanas grandes, altas, con herrería forjada por aquellos antiguos herreros de fuelle, yunque y martillo. Callecitas angostas sin pavimento rodean la plaza principal, hermosamente sombreada por enormes Laureles de la India. Pequeños locales comerciales la circundan. Otras callecitas, suben y bajan por las orillas de los cerros de los alrededores. Afortunadamente el poblado ha sufrido muy poco cambio por el turismo. La gente llega aquí, visita la misión, toma algunas fotos, compras algunas curiosidades, unas bolsas de dátiles y se va. Si este lugar estuviera en la costa, otra sería su historia. Este lugar ha servido como centro comercial para los muchos campos pesqueros de la cercana Laguna de San Ignacio, distante hacia el poniente, a tan solo 59 km. de terracería en regular estado, camino a las llanuras salitrosas, otro de los santuarios de La Ballena Gris, así como para los ranchos ganaderos de los alrededores, dedicados principalmente a la cría de chivos.

A lo largo del camino de entrada al centro del pueblo, hay varios campamentos para estacionarse si se trae algún vehículo RV o Motorhome. Se les puede encontrar fácilmente entre el bosque de palmeras, antes y después del Hotel La Pinta.

En la plaza principal está la Lonchería Cholita, que tiene buena comida y precios razonables. Hay también tres tienditas de supermercado, otra de verduras y frutas, un Banco y Caseta telefónica, oficina de correos y junto una Paletería y cafetería. Adelantito de la Escuela Primaria, está la Posada Motel, que es menos lujosa y cara que el Hotel La Pinta.

Desde 1716 el padre jesuita Francisco María Píccolo visitó un antiguo paraje al que los indios llamaban Kadakaaman, lugar en el que años después el padre Juan Luyano fundó la misión dedicada a San Ignacio de Loyola. El vocablo indígena Kadakaaman significa en lengua Cochimí, “ Arroyo de carrizales “.

Historia del Monumento.

En 1697 la compañía de Jesús, ocupó una parte del sur de la península de Baja California para comenzar su labor evangelizadora. Su tarea no era fácil ya que en el territorio, a diferencia de Mesoamérica, no existían pueblos sedentarios pues los nativos no practicaban ninguna actividad agrícola. Se organizaban en bandas que nunca llegaban a pasar de los 250 individuos; se dedicaban a la caza y la recolección, desplazándose constantemente en busca de alimento, tanto en los manantiales, como en los territorios en donde durante el verano abundaban las pitahayas.

La misión de Nuestra Señora de Loreto se fundó en 1697 y fue la primera en la península. A partir de ahí los jesuitas empezaron la construcción de nuevas misiones para llevar el cristianismo a los indios californios.

En el año de 1716 los cochimíes de Kadakaaman solicitaron la visita de un sacerdote, por lo que en el mes de noviembre, el padre Francisco María Piccolo visitó dicho lugar. Se cuenta que fue recibido por los indios con gran júbilo y que tan grata fue su visita, que en esa ocasión bautizó a 50 niños y decidió permanecer ahí hasta el mes de diciembre. Los padres jesuitas estaban convencidos de la necesidad de establecer una misión en ese paraje, pero contaban con pocos recursos, por lo que no fue sino hasta 1728 que el padre Juan Luyando emprendió en medio del desierto la construcción de la Misión de San Ignacio.

El padre Luyando llegó a Kadakaaman el 20 de enero de 1728 y al igual que con el padre Piccolo su recibimiento fue de fiesta y alegría. A los pocos días de su llegada, había logrado reunir a más de 500 indios con los que comenzó sus labores apostólicas. Como era la costumbre, los indios recibían el bautismo después de aprender la doctrina cristiana y entregar al misionero los instrumentos con los que los hechiceros, llamados Guamas, practicaban su antigua religión, para demostrar así su conversión a la fe católica

Cuenta uno de los padres jesuitas que en la Misión de San Ignacio sobresalía de entre los indios que asistían al catecismo una joven sordomuda a la que por medio de señas se le instruía, pero que por su condición no había sido bautizada. Sin embargo era tal su insistencia, que el padre Luyando, conmovido por el interés de la joven, decidió bautizarla; dos meses después de su bautismo murió.

Al igual que en otras misiones, En San Ignacio, el padre Luyano tuvo que enfrentar la influencia de los guamas sobre la población indígena. En la mayoría delos casos logró convencer a los propios hechiceros para dejar sus prácticas paganas, pero en algunas ocasiones recurrió a los castigos.

En este sentido los misioneros tenían una estrategia: ordenaban a los soldados azotar a los infractores, pero cuando apenas les había dado un par de latigazos, los padres intervenían a favor del acusado pidiendo clemencia, para quedar ante ellos y ante todos los indios como sus protectores. Los padres jesuitas dejaron constancia del carácter dócil y amable de los cochimíes, en los que reconocían virtudes y gran inteligencia.

El padre Luyano estuvo a cargo de la Misión de San Ignacio hasta el año de 1732. Le siguieron hombres notables como Sebastián Sistiaga, Segismundo Taraval, Fernando Consag y José Rothea. La construcción de la misión fue un proceso lento por la naturaleza de los materiales y detalles que tan magna obra requería, por lo que no fue sino hasta 1786, bajo la tutela de la orden de los dominicos y en particular del padre Juan Crisóstomo Gómez, que la iglesia de la Misión de San Ignacio quedó concluida.

La fundación de cada misión representaba un extraordinario esfuerzo. No era tarea sencilla establecerse en parajes distantes, reacios a la agricultura. Eneste sentido la Misión de San Ignacio jugó un papel muy importante en la expansión del régimen misional en el norte de la península. Situada en un oasis, la misión encontró el clima y las condiciones propicias para el temprano desarrollo de la agricultura y así además de asegurar su permanencia, colaboró de cerca apoyando la exploración y fundación de nuevas misiones y pueblos de visita.

Una de las noticias que llegó a los padres jesuitas a través de los indios de la región de San Ignacio, fue que en tiempos remotos, habían existido en la Sierra de San Francisco hombres gigantes que habían llegado del norte del territorio. El padre Miguel del Barco relata que el padre Joseph Rothea, entonces encargado de la Misión de San Ignacio, se puso a indagar sobre la veracidad de la noticia y que incluso llegó a encontrar algunos restos, que según él parecían humanos, pero que por sus dimensiones debían ser de gigantes. Los restos nuca los conoció ninguna otra persona, pero el hecho contribuyó a que la leyenda de los gigantes continuara y se propagara en la región.

La leyenda de los gigantes surgió por tres razones, nos dice el padre del Barco: por los supuestos huesos humanos gigantes, por las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco y por la voz común de los ancianos, es decir las historias transmitidas de generación en generación, El mismo padre hace la observación, de cada vez que la historia de los gigantes era contada, éstos parecían ser más grandes, de tal forma que algunos indios de San Diego llegaban a contar que los gigantes eran tan grandes que pintaron las cuevas de la Sierra de San Francisco tendidos de espaldas.

La Misión de San Ignacio al igual que las asentadas en otros espacios favorecidos por el clima y el suelo, se convirtieron al cabo del tiempo en la base de los primeros pueblos de la península. Lo anterior se debió también a dos factores: el paulatino decaimiento de la población original de la región y a la llegada y el establecimiento de población civil que, atraída por las riquezas naturales de California, se aventuraba a avecindarse en una región lejana y poco conocida.

La población indígena sufrió una terrible caída demográfica por las enfermedades introducidas por los europeos. Padecimientos como la viruela y el sarampión, hasta entonces desconocidos por los californios, se convirtieron en epidemias que diezmaron a la población nativa.

La Misión de San Ignacio se encontraba entre las que a fines del siglo XVIII, conservaban un mayor número de pobladores. En el año 1787 tenía 273 indios, y para 1800 el número era de 130 individuos.

De esta forma surgió el pueblo de San Ignacio, donde se asentaron rancheros y agricultores, quienes a través de generaciones y arduo trabajo, forjaron una identidad propia, orgullosa por su pasado histórico.

Por la importancia histórica de la misión de San Ignacio, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, emprendió desde 1972 los trabajos de restauración y conservación del inmueble. Actualmente se tiene un proyecto para la restauración del retablo mayor de la iglesia de la misión. Además el Centro INAH de Baja California Sur, ha fundado en San Ignacio un museo de sitio que trata el tema de las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco. Ahí también funciona una Unidad de Manejo e Información de la zona arqueológica de las pinturas rupestres.

Iglesia, Misión de San Ignacio de Loyola.

La Misión de San Ignacio, como ya se mencionó, se estableció en 1728, pero si iglesia fue concluida hasta 1786. Esta iglesia tiene sólo una torre por lo que da la impresión de que quedó inconclusa. La iglesia de la misión consta del templo principal, a un lado de la cabecera de la nave principal se encuentran los recintos de los misioneros y en la parte posterior se localiza el atrio, delimitado por un muro de piedra.

La planta del templo es del tipo cruz latina y está compuesta por cinco secciones divididas por medio de columnas unidas a la pared del recinto por cornisas de cantera.

Desde la nave principal se puede observar el coro, a la izquierda una pequeña capilla y a la derecha la pila bautismal. La nave principal tiene dos accesos laterales.

En el altar principal se encuentra el retablo mayor, es del tipo tríptico, es decir dividido en tres paneles verticales dedicados al santo patrono de la misión, San Ignacio de Loyola, y adornado con hermosos óleos entre los que sobresale la pintura superior que representa la aparición de la Virgen del Pilar.

Las fiestas del santo patrono San Ignacio de Loyola, se celebran del 26 al 31 de julio de cada año. Durante las festividades se realiza una misa en el templo de la misión así como la peregrinación del santo por las principales calles del pueblo y un festejo popular.

Información General.

Días de visita al museo: de lunes a sábado.

Horario: 8:00 a 16:00 horas.

Servicios: unidad de información INAH.

Toda la información que se desee sobre como visitar las pinturas rupestres de la Sierra De San Francisco, se obtienen en las oficinas del INAH dentro del museo de la Misión de San Ignacio.

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