sábado

Día 34: Sábado 8 de junio del 2002. Vizcaíno --- San Ignacio.

Hora:10:12 am. Temperatura: 21ªC. Humedad: 48% Presión B. 30.2

Hemos arribado nuevamente al poblado de Vizcaíno, (entronque con la carretera federal No. 1 ). Esta mañana salimos muy temprano de Bahía Asunción. Anoche realizamos la sesión astronómica en la cancha de baloncesto de la Escuela Secundaria Estatal “Simón Bolívar” que a su vez funciona por la tarde y parte de la noche como el Centro de Servicios No 1 de Educación Media Superior a Distancia, dependiente del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Baja California Sur (Bachillerato General). Asistieron alumnos de ambos turnos. Concluimos la sesión a las 10 pm. Por la mañana y la tarde habíamos trabajado en los salones de clases con los alumnos tanto en la Secundaria como en el Colegio de Bachilleres, así que por la noche los reunimos a todos. El Director de ambas instituciones es el Profr. Agustín Ceseña Burgoin, quién muy amablemente nos acompañó hasta que terminamos con la sesión nocturna y nuevamente pasamos la noche en el patio trasero de la escuela.

Hora de preparar el desayuno. Posteriormente fuimos a un café Internet a checar nuestros correos y reportarnos con el mundo externo. A continuación le tocó Al Cometa. Chequeo de todos sus sistemas para continuar el viaje hacia el sur, ahora ya por caminos pavimentados nuevamente, así que volví a inflar las seis llantas a su presión regular; Traseras a 65 libras y delanteras a 55. Por regla general al rodar por terracerías, acostumbro a bajarles 10 libras a cada una para evitar rebotar tanto en los tramos de lavadero, aún así, El Cometa parece una maraca en su interior en esas partes. Gracias a que todo está asegurado firmemente y atornillado hasta el último detalle, no se caen, sin embargo suenan mucho, pero ya nos acostumbramos a ello y sabemos bien que produce cada sonido y distingo perfectamente cuando hay uno extraño.

Hora: 2 pm. Partimos ahora con rumbo a San Ignacio.

El kilometraje sigue descendiendo, según lo indican los postes a un lado de la carretera.

Km. 133.- Entronque a la derecha al Ejido Emiliano Zapata, terracería de 5 Km.

Km. 98.- Entronque a la derecha con rumbo a Punta Abreojos y Estero La Bocana, terracería de 95 km. que termina en el Océano Pacífico.

 

Km.89.- a la izquierda entronque a Microondas Abulón.

 

Km. 74.- Entrada a la derecha en ruta pavimentada al poblado de San Ignacio a 3 km.

Antes de entrar existen dos pequeñas colonias San Lino y Paredones, suburbios de San Ignacio. Gasolinera a la izquierda. Una pequeña laguna y dos hileras de palmas datileras se alinean por dos kilómetros, dándole la bienvenida al turista que entra a visitar este poblado, que de repente surge con su esplendoroso verdor, después de haber rodado por más de 700 km de desierto.

SAN IGNACIO.- Descubierto el 19 de noviembre de 1716 por el padre Jesuita Francisco María Píccolo, el hermoso poblado se asienta en una cañada que contrasta con el paisaje de sierras, desierto y un río que lo rodea. Sus angostas callecitas convergen en su plaza principal en donde se yergue majestuosa La Misión de San Ignacio de Loyola.

Los alrededores de este pintoresco pueblito lo convierten en una excelente opción para el Ecoturismo; en el invierno el manto acuático se convierte en río y en el verano es un manantial con infinidad de grandes pozas en las que habitan especies como la carpa de Israel, tortuga de agua dulce y la rana toro. San Ignacio es la puerta de entrada a la Sierra de San Francisco, en la que se encuentran las pinturas rupestres inscritas por la UNESCO como patrimonio de la humanidad; es también el punto de partida hacia la Laguna, santuario de la ballena gris, durante los meses de enero a marzo, y espacio para practicar pesca deportiva, surfing y buceo.

Misión de San Ignacio de Loyola.- Fundada como tal, el 20 de enero de 1728 por el Jesuita Mexicano, Juan Bautista Luyando, en su construcción se utilizaron bloques de roca volcánica de 1.20 metros de espesor. La solidez de sus muros ha permitido que su fachada se conserve casi intacta y que se le considere como una de las más bellas del estado por su ornamentación en piedra labrada. En su interior destaca el gran altar de madera labrada y chapada en oro y una estatua de San Ignacio de Loyola, joya del arte religioso del siglo XVIII. Contiguo a la misión se encuentra El Museo, en el que se describe el paso y labor misional de los Jesuitas en esta zona, además de una réplica de las pinturas rupestres que se localizan en La Cueva del Ratón, en La Sierra de San Francisco.

Laguna de San Ignacio.- Este espléndido santuario de la ballena gris, bañado por aguas del Océano Pacífico, es un imponente espectáculo durante la estancia del cetáceo en sus aguas. Apareos, nacimientos y encuentros amistosos con ellas, son algunas de las experiencias que se pueden vivir en esta laguna, gracias a los servicios que prestan diferentes operadores de campamentos ecoturísticos en los que cuentan con lancheros bilingües especializados.

Cueva del Ratón.- Resguardada por la escarpada Sierra de San Francisco, en este lugar se puede admirar un mural con figuras humanas, venados, liebres, borregos y otros. Dada la importancia de la cueva, ésta es objeto de estudio desde 1994 y forma parte de un proyecto de conservación en el que están involucrados el INAH, el Instituto Getty de Conservación, de Los Ángeles California y el gobierno de Baja California Sur.

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Misión de San Ignacio de Loyola

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Pinturas Rupestres interior Museo

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Museo y Misión de San Ignacio.

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Oasis; Poblado de San Ignacio.

Hora: 14:00

Hemos llegado al punto donde pensamos pasar el resto del día de hoy. Estamos estacionados a la orilla de un pequeño puente que cruza el Río San Ignacio, mismo que da origen a este pequeño lago que se encuentra justo al empezar a entrar hacia el poblado de San Ignacio. Es un bello oasis en medio de este inmenso desierto, bordeado de cientos de palmeras y verdes juncos que se mecen a estas horas del día con la fresca brisa que viene del rumbo del Cerro Colorado, allá en los límites del lago. Un Pato Pescador, seca sus alas al sol posado sobre un tronco hundido en el agua y se deja acariciar por la brisa. Las extiende cuan largas son, semejando el Escudo Nacional. Ahora ya no se mueve, permanece estático, parece invitarme a tomarle una foto, cosa que hago para complacerlo a él y a mí mismo.

Mari y Yo decidimos salir a caminar después de comer bordeando la orilla del lago, hacia donde se está yendo el sol, entre las altas palmeras que forman un tupido bosque de pencas verdes arriba y secas abajo, alfombrando el piso de un café pálido que cruje bajo nuestros pies. Saltamos de aquí a allá los angostos canales que irrigan los terrenos de siembra en los alrededores. Cardúmenes de pececitos se mueven en ellos sin rumbo preciso, ahora siguiendo la corriente, ahora nadando en su contra, mientras otros tan solo se entretienen devorando pompas invisibles en la intangible superficie del agua. Nos sentamos a contemplarlos, como si fuéramos una palmera más o un pequeño peñasco y me siento parte del bosque, y de la tierra.

Arroyo a orillas del Río San Ignacio.

Hora: 8:20 pm.

Nos hemos bañado, sólo aguardamos la llegada de la oscuridad. El Cerro Colorado ahora hace honor a su nombre, pintado por el sol del atardecer. El oasis se ha ido transformado poco a poco en una sala de conciertos, repleta de aves que nos arrullan con un dulce rumor lastimero, como un ulular lánguido, con intervalos breves de silencio, sólo interrumpido por el roce de una rama del frondoso sauce bajo el cual reposa esta tarde El Cometa y nosotros sus tripulantes, en su interior, atrapados como en una gota de tiempo detenida en el espacio profundo.

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